sábado, 10 de maio de 2014

El Sueño de Babilonia, novela de Joan Benavent en ebook Kindle

 
Fragmento de El Sueño de Babilonia, mi libro inicial sobre el "Detective en Hollywood". Aquí podrán ver lo que diferencia a Floyd Sinclair de Philip Marlowe o Sam Spade. La época es la misma. Mi estilo, arrimado a Dashiell Hammet , mucho más que a Chandler. También lo separan de Spade la mayor cultura y refinamiento. Floyd se investiga a sí mismo mientras resuelve crímenes e injusticias, siempre... vinculadas a debilidades humanas e ideas xenófobas o/y totalitarias. (Joan Benavent)
 
 
 
Estelita Torres es un cielo de niña; hermosa como todas las mexicanas. Hija de unos braceros de Puebla establecidos en Santa Barbara, estudia medicina, goza de un buen sueldo y permanece atenta a mis instrucciones.
 
Le llevó un par de jornadas reunir apuntes de cada gallo peleón. Algunos eran del ambiente, otros no. Varios habían diñado. En sus comienzos artísticos la víctima conquistó a hombres maduros, poderosos e influyentes. Hizo pasta y la gastó a espuertas en los Años Locos; por ende su mansión estaba hipotecada, con atrasos pendientes de ejecución y el embargo de tres coches de lujo, matriculados diez calendarios antes.
 
Se mencionaba una hija habida en su primer matrimonio, en custodia paterna decretada en su momento por la justicia. No había herencia contable o seguros de vida, ni testó, en vista del panorama. El contrato con Rex la salvaría de la ruina inmediata de funcionar el filme, a más de agregarle las palmas de manos y pies sobre el cemento fresco de Sidney Grauman en las aceras del Teatro Chino.
 
Mientras Estelita disfrutaba de sus veinte años trabajando concienzudamente resolví visitar a Roy Alexander en la prisión estadual, no sin antes pasar un buen rato con la atractiva Fiscal de Los Angeles en el “Brown Derby”; territorio de los filetes supremos.
 
Ella mordió con dientes carnívoros el suyo sin quitarme los ojos de encima. Lucille Benvenuto era una mujer joven aún y bella, con mucho temperamento. Fue el que la llevo a desempeñar un puesto reservado a los hombres.
 
-No he inculpado al tipo ese. Pero el juez halló pruebas suficientes para encausarlo y yo hago cómo que las inspecciono. En realidad el pipiolo estaba allí cuando la policía y los bomberos aterrizaron.

-¿Por qué iba a matarla? De hecho el vínculo con ella favorecía su carrera.

-El psiquíatra manifestó que odiaba a su madre, culpándola del alcoholismo del padre cuando le dejó tirado junto a él, que era un niño.
 
Eso era un Freud de dos céntimos. Ella intentó subir la cotización.
 
-Vivió un año con la dueña madura de una academia de baile hasta que dicen, se hartó de él y lo echó de su casa.

-Ella no fue asesinada. ¿Y qué más?

-Tenía libre acceso a la mansión de Lillian Knight, El victimario entró por la puerta abierta, sin forzar ninguna ventana ni acceso. Te recuerdo que el astro en ciernes usó una llave, no un escarbadientes, querido.

-Podía haber huido tras ultimarla supuestamente, y desistió.

-Le cayeron encima. Ardiendo las puertas de servicio y los ventanales traseros era imposible hacerse humo sin convertirse en cenizas.

-Alguien les avisó.

-Fueron los vecinos. Una parte de la mansión era pasto de las llamas.

-¿Y crees qué fue tan estúpido para negarlo tras hacerlo?

-Cuesta creerlo.

-¿Entonces?

-Vale; el supuesto asesino pudo prenderle fuego para dejar al otro pagando. En cambio, el resto encaja con su culpabilidad. Esos mismos vecinos, que habían registrado otras incursiones del amante le vieron salir corriendo de la casa. No pudo fugar, desde luego.
 
Ella deslizó la lengua con picardía sobre la perfecta hilera de sus dientes.
 
-Oye, cariño, por el interés que pones en librarlo de una condena parece familiar tuyo.
 
Una familia es algo que jamás pude organizar desde un lejano divorcio; el que inauguró mi larga soltería. Mi ex vive en Brasil con un magnate de la prensa.

El marido de Benvenuto es el venerable Cordell Hamilton-Hurst, aristócrata de New Orleans y senador de Washington. No tienen hijos y conviven bastante poco. Gracias a su influencia esa morena de treinta flamantes años y tan buen ver demostró de lo que era capaz como Fiscal de Distrito.

Es inteligente y se transforma en una gata salvaje cuando encuentra un culpable que lo propicia. Hoy por hoy es una de mis dos amantes fijas.

Nos cruzamos por primera vez en los juzgados. Yo había librado de un cargo de asesinato a mi cliente de entonces hallando al verdadero culpable, y lo estaban juzgando. Su alegato acusatorio fue impecable ante el jurado, para desgracia del reo. Me impresionaron su carácter y extraordinaria belleza.

A veces las mejores actrices no están en el cine.

La judicatura tampoco es pródiga en beldades. Sus funcionarias parecen monjas a punto de ser violadas. En cambio Lucille era el paradigma del desenfado. El rostro atractivo y peninsular, integrando un continente perfecto. Me lo imaginé en lencería, quedándome corto.

Ella fue quien me sedujo. Y al finalizar el juicio aquél perdí buena parte del mío.

En la cama, esta descendiente de italianos me enciende cada vez que nos trenzamos.

Su piso de consorte ausente en la zona de Brentwood, cercana a Mulholland Drive, es el duodécimo escenario de nuestro intenso acuerdo, celebrado en julio. Había matrimoniado con el profesor de leyes en la universidad, treinta y cinco años mayor. Su fórmula, plenamente freudiana, vino a resultar una mezcla entre el compromiso con un hombre que podría ser su padre y el temor a los demás.

Pero conmigo se desinhibe y disfruta. Y yo con ella. La fiscal es un espectáculo de pasión y temperamento…
 
-¡¡Ah, qué gusto Floyd Sinclair, dame más; quiero más!!¡¡Jódeme, por Dios!!

Cuando retozamos vocifera mi bautismo completo, clamando al cielo. Su cuerpo cálido de curvas tentadoras moviliza mi exploración a fondo. Echar un polvo con ella es “boccato di cardinale”. Aquí el deseo arrincona al amor, cediéndole algún suspiro.

Sin buscarlo, me lo suelta todo consumiendo ambos el par de cigarrillos posterior, entre las sábanas y los pocos vatios del velador.
 
-Se lo confesé y lo entendió.-me dice.

-¡¿Confesaste qué, y a quién?!
 
Se refería al senador. No me cogió el pasmo. Hace tiempo que nada me sorprende.
 
-¿Sabe quién soy?

-No, desde luego. Pero yo sí lo sé; y muy bien- dice acariciando mi sexo en reposo.

-Representáis lo que se llama un matrimonio liberal. Como muchos en la villa…
 
Abarrotaban los alrededores. Parejas blancas, negras, rosadas, y con alarmante frecuencia, desparejas. Los códigos sexuales y maritales del ambiente no tienen mucho que ver con la sociedad que lo glorifica. Pero es intenso y bastante desinhibido. Una especie de frenético cable a tierra para el vecindario.
 
-¿A cuántas famosas te has tirado?-, pregunta la Fiscal.

-Menos de las que supones. Viven para ellas y de vez en cuándo te conceden sus favores si les haces la pelota. No es lo mío.

-Dicen que en los últimos tiempos, follaste a Carole Lombard, Billie Dove, Jean Harlow, Dolores del Río y Ginger Rogers. Incluso se comenta que la última celebró el coito vistiendo las monedas que luce semidesnuda en “Gold Diggers 1933”, cantándote “We´re In The Money”. Lo último, mientras te encamabas en simultáneo conmigo y la otra pelirroja del Casino.

-Maggie Gilligan es soltera. Dolores y Ginger mujeres casadas.

-También yo.

-Es diferente.

-No para un varón de tu especie, y son comentarios fiables. Te lo dice una fiscal.
 
La oteo de reojo y pego la última calada del pitillo de rigor, echando despacio el humo, mientras mi Venus funcionarial inicia una sesión de psicoanálisis.
 
-Eres un cabronazo que fisgonea en la vida de los demás para no pensar en la suya, ¿cierto?

-Quizá.

-Es loable porque defiendes la Ley y a los débiles contra los que abusan de su fortaleza. En ese campo de batalla buscas culpables y los encuentras siempre, contra la opinión de otros que se quedan con las apariencias. Ahora te propones ayudar al chaval de Oregón por cuenta de Rex Gentry, lo sé, y de paso echar el guante al verdadero asesino de la Knight, a quién él apreciaba. De eso vives, pero a mí no me engañas…

-Procuro engañar lo menos posible a la gente, y nada a mí mismo.

-Hay algo más que ocultas tras esa hermética y gentil apariencia, querido. En estos asuntos pones algunos gramos del corazón…

-¿Y tú, a quién aprecias y respetas, a más del Código Penal, las leyes federales y la Constitución de los Estados Unidos?

-A mi marido le estimo. Es un respetable valor.

-Conmigo entre las piernas no brilla en lo alto.
 
Dialogaba con ella encima envainado en su cuerpo, entre algunos quejidos y suspiros. Entonces me descabalga suavemente y prosigue confesando los interiores de su pecado.
 
-Con él no hay sexo hace tiempo. Le quitaron un tumor de los genitales a poco de casarnos. De eso hace ya tres años.

-Entiendo. Para el hombre no hay recambio. Vengo a ser un sustituto algo más joven y mejor equipado.

-Tu ardor de atleta amoroso en esta cama prueba que el mejor de todos. Me has desfogado a mitad de año. Te seré franca, en mi adolescencia fui más golfa de lo que puedas imaginar; en cambio, una vez casada no hubo otro hombre hasta que te conocí. Había echado esta segunda porción de mi juventud al canasto. Y ahora disfruto la que me queda con un extraño ejemplar.

El sabueso de alquiler al que no le gusta el béisbol, no apuesta a las carreras ni es exactamente un mujeriego, pese a la buena pinta y las chaquetas de tweed, gastando proverbial elegancia. Los detectives privados son generalmente bastos, borrachos y puteros…
 
Mi relativo éxito marcaba la diferencia.
 
-Adoro a Beethoven, Mozart, Chopin y Scarlatti; entre unos cien más.¿Tú no?
 
-Quizá Verdi. Lo escuchaban en casa. Aunque mucho más Louis Armstrong y Scott Joplin. Soy de New Orleans, cariño. De lejos eres más culto que yo. Sólo me gradué en Leyes. En cambio a ti te place leer excelentes libros y visionar películas de calidad, agregando interés por el arte y la política, con una decidida manía de fisgonear en las gentes. Esto último es problemático. Pero sin duda lo experimentas a diario.

-Un hombre sin problemas es una pizarra vacía…

-¿Ves?, eso es lo que más me gusta de ti, aparte de esto otro- dijo acariciándome los genitales con suavidad, para agregar -Tienes asfalto, universidad, campos de batalla, y los empleas muy bien, Floyd. Por todo eso, además de ser tan bueno en la cama como resolviendo asesinatos, me has cautivado.

-Resolví otros asuntos menores.

-Lo sé, una funcionaria responsable en mi lugar revisa muchos historiales. Ahora en tu foja romántica de aristócrata intelectual y sabueso de ocasión, figura enamorada Lucille Benvenuto.
 
Nunca me lo dijo. Y a pesar de que empleó un tono ligero, no sé si celebrarlo o ponerme los pantalones y salir corriendo.

Pero allí permanezco, mientras vuelve a asaltar mi cuerpo y empieza a besarme despacio, empalmándome como si fuera “Rex”, el potro maravilloso de los seriales en episodios...
 
Antes de despedirnos sobre la madrugada y ultimando un buen desayuno, me dice:
 
-Este crimen paralizó una cinta en marcha y otra presupuestada por la “Amazing”. Es la comidilla de Hollywood y le tiene preocupado al gilipollas de Will Hays, el censor. Nos vimos el otro día en los juzgados, y cuándo me preguntó qué opinaba, le dije: “La vida es así; aquí y en todas partes.”

-Buena chica…

-Consideras que hay gente interesada en arruinar a Gentry, ¿verdad?
 
Salvando al singularísimo Samuel Goldwyn, autor de frases imposibles y aceptables películas, ningún otro productor independiente pintaba tan promisorio pese a su relativa pequeñez. Incluso algunas grandes compañías, como la “Paramount”, “Fox Films”, “Universal” y “Warner Brothers”, con buenos productores en nómina documentaban pérdidas o ganancias insuficientes; excepto “MGM”, que poseía el aras estelar más taquillero. Probablemente fuera Rex Gentry el único productor no judío de la indústria.
 
-No será judío pero es bien de izquierdas. Más que tú. Y eso no le da buena prensa, salvando al “Daily Worker” o “New Masses.”
 
Era un comentario levemente antisemita y de derechas.
 
-¿Te incordian los judíos y los comunistas, nena?
 
Negó despreocupadamente con la cabeza, evitando mi mirada.
 
-Quizá busquen arruinar a mi amigo, entre otras razones por esa última…-, dije al engullir discretamente mi póstumo donut, agregando -…El asesino se anticipó a Alexander en minutos. No pudo ser otro visitante, porque ella era muy rigurosa con su agenda. Quería que la follase el chico de Oregón. Era una fiesta muy privada, así que quizá el otro se disfrazó, camuflándose con una máscara o careta que le cubría el rostro. Lillian estaba ansiosa por recibirlo y probablemente le aguardase apostada en el ventanal que da al exterior. El inculpado declaró a la policía que le habían robado de su piso la cimitarra, que era parte del disfraz y casi partió en dos a la víctima. En cualquier caso, la mascota teñida de rosa conocía al culpable, pues bomberos y polis la hallaron moviendo el rabo tan campante.
 
Entre las sábanas y en medio de magreos crecientes todo le parecía espléndido a la Fiscal. Antes de presentarse este caso el sexo era el mayor atractivo. Sin embargo, mientras comentaba los hechos, advertí en ella leves signos de inquietud. Al menos, hasta que de repente cambió el gesto.
 
-Muy bien, no es descabellado. Puedo ofrecerte una semana para que reúnas atenuantes si los hubiera, o encuentres al tapado, que viene a ser más o menos lo mismo. Siempre que la poli y el Teniente Romeo Brown no sumen más pruebas en contra del chaval, o te ganen de mano. Conociéndote dudo; aunque te llevan ventaja. Apuesto incluso a que descubres quien está detrás de todo esto de ser cierta la conspiración contra Gentry.
 
Aclarado el punto me besó apasionadamente aferrándome por los pelos. Todo hay que decirlo, en su nutrido árbol genealógico predominaban los calabreses.
 
Habiendo verificado con Estelita los llamados, visitas y conexos, e impartiéndole un organigrama para la semana entrante, me fui a roncar un poco a mi piso, pequeño, abarrotado de libros y discos vecino a “Los Jardines de Alá”. El complejo de duplex tan monos que alquila desde el retiro Alla Nazimova, célebre “Dama de las camelias” de Rodolfo Valentino y superdiva kirsch, que en su momento de gloria llegó a ganar 13.000 semanales y ahora vive de eso.

 
 
 

 
 
 
 
 

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